La educación debe ser una celebración de la vida, apasionada y motivadora. Richard Gerver.
1. Nuestra
primera responsabilidad como educadores es preparar a nuestros niños
y niñas para el futuro; por este motivo la educación, en primer
lugar, debe identificar cuáles serán sus necesidades. Así pues,
debemos invertir más tiempo intentando entender el futuro y menos
observando el pasado.
El sistema tradicional se
basa en preparar a los estudiantes para un determinado futuro; pero
este sistema ya no nos sirve, en la era postindustrial debemos
diseñar un nuevo sistema basado en el empoderamiento y no en el
control. Y para ello, como educadores, como políticos, debemos dar
un paso adelante y asegurarnos de que diseñamos sistemas basados en
necesidades y no en ideologías, sistemas basados en habilidades y
competencias.
Debemos, pues, asegurarnos de
que, fundamentalmente, el sistema explore el increíble potencial del
alumnado de manera individual, y que les ayude a ver cuál será el
lugar que cada uno de ellos ocupará en un futuro complejo y en
constante evolución.
2. Para
muchos de nuestros estudiantes, el proceso de aprendizaje no es más
que una constante preparación de exámenes de diferentes materias:
matemáticas, literatura, etc. Muchos de nosotros estamos cansados de
la naturaleza abstracta de nuestro sistema educativo y de la cultura
opresiva que impone su sistema de pruebas. La educación es un
asombroso regalo; el más importante y poderoso que cualquier
sociedad civilizada puede conceder a sus jóvenes; sin embargo, no
siempre se entiende así. En este sentido, me preocupa que la mayoría
de jóvenes consideren la escuela como un proceso industrial en el
que les inculcamos una serie de conocimientos y normas, como una
especie de purgatorio, un lugar por el que deben pasar antes de
convertirse en adultos y, por lo tanto, en verdaderos ciudadanos.
3. Aprender
debe ser una celebración de la vida, una exploración del potencial
de cada uno y de la alegría de experimentar. Evidentemente, es
importante, vital, para nuestros niños y niñas, pero ciertamente
también lo es para nuestro propio legado. El mundo se enfrenta hoy,
y demasiado a menudo, a grandes desafíos que hemos creado nosotros
mismos: economías insostenibles, desastres medioambientales y
niveles crecientes de conflictos sociales y étnicos. Este es el
legado que dejamos a nuestros hijos. Realmente, no es muy optimista.
Sin embargo, la educación debe ser una celebración de lo que puede
lograrse, de lo que puede llegarse a descubrir y crear. El proceso de
aprendizaje debe incluir la capacidad de asombrarse y de
maravillarse, debe estar lleno de posibilidades, y debe contar con
maestros que disfruten enseñando y aprendiendo. Las mejores aulas
son aquellas que rebosan de alegría, son lugares donde los
niños se sienten bien, relajados, y tienen interés por aprender,
porque los profesores, a su vez, están relajados y disfrutan
enseñando. Los retos son importantes, pero la escuela no debería
ser un reto que conduzca al abandono, sino un reto motivador. Solo
una generación suficientemente relajada para ser ella misma y con la
confianza necesaria para desafiar las convenciones, para asumir
riesgos y para atreverse a ser diferente sabrá encontrar las
soluciones para un camino positivo hacia el siglo XXII.
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