viernes, 30 de septiembre de 2016

Sobre el silencio.

El silencio del desierto

Hay un silencio de paz cuando el desierto derrama, al caer la tarde, su frescor, dando la impresión de que hemos alcanzado ya el puerto tranquilo, arriadas las velas. Está el silencio del mediodía, cuando bajo el implacable sol cesan pensamientos y movimientos. Y está el silencio profundo, cuando de noche se contiene la respiración incluso y nos ponemos a escuchar.

Un proverbio tuareg afirma que «quien no conoce el silencio del desierto no sabe qué es el silencio». Es lo que confirma también, con el párrafo citado, el escritor-aviador francés Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944), que vivió temporadas en Marruecos. Celebramos hoy la memoria litúrgica de san Jerónimo, el célebre traductor de la Biblia al latín. Pues bien, él eligió abandonar la ruidosa y mundana Roma, donde había vivido cosechando triunfos, para retirarse al desierto cabe Belén. 
El verdadero silencio no es mera ausencia de sonidos, así como el desierto en manera alguna es falta de presencias. Incluso los sentidos se vuelven más atentos y los pensamientos más limpios y así se viven experiencias mucho más intensas. Inmersos como estamos en los ruidos y en las cosas, flotamos sobre la superficie de la vida, inadaptados para bajar a lo profundo. Somos incapaces de limpiar la mente y el corazón para quedarnos solo con las verdaderas realidades importantes. No conseguimos saborear paz y serenidad, envueltos como estamos por el frenesí de hacer y de movernos. De ahí, la necesidad de una experiencia del desierto y del silencio para encontrarnos con Dios y con nuestro yo.  (Ravasi)

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Hablar de sí mismo

Os dejo esta reflexión que particularmente me aplico a la hora de trabajar con mis alumnos y en casa pero no siempre con éxito.

Reprochamos a menudo a la gente que hable de sí misma, pero es el tema del que mejor hablan.


    Debo a un lector de Brindis este aforismo, pero él no sabe quién es su autor. Puedo decirle que se trata del escritor francés Anatole France (1844-1924) en su ensayo La Vie littéraire (1933). Él aplicaba esta frase sobre todo a los literatos, pero, en realidad, estamos ante un vicio ampliamente practicado por todo tipo de personas. Cuántas veces nos hemos aburrido como una ostra oyendo las interminables historias que otro hace de sus aventuras. Pero cuántas veces no habremos fastidiado nosotros mismos con nuestras historias, nuestras opiniones, nuestras elucubraciones. Solo que nosotros no nos acordamos del aburrimiento de los otros, lanzados como estábamos disfrutando con nuestros pavoneos o, por lo menos, con nuestra exhibición de hombre o mujer ricos en experiencias. Vale la pena meditar otra sentencia de otro autor francés con frecuencia citado aquí, el pensador moralista François de la Rochefoucauld (1613-1680), que en sus Máximas señalaba: «El gran placer que experimentamos hablando de nosotros mismos debe hacernos temer que no lo siente quien nos escucha».  La sobriedad y el autodominio al hablar nos ahorrarían no solo verdaderas y reales dificultades, sino también, más sencillamente, evitaríamos dar apariencia de mezquindad. Realmente, hablar de nosotros y de nuestras obras y pensamientos es lo más fácil, es el tema que mejor conocemos. Pero no somos el centro del mundo, ni siquiera una realidad tan importante que lo haga enmudecer para escucharnos. (Ravasi)


«A menudo nos jactamos de no aburrirnos, y somos tan presuntuosos que no aceptamos la idea de que podemos aburrir a otros» 


martes, 27 de septiembre de 2016

El sí y el no



Más allá de todos los horrores, siempre están las sonrisas de los niños, el crecer de la vegetación incluso en las cenizas volcánicas, la realización de muchos sueños audaces, la belleza de la inteligencia y de los atardeceres, y el amor humano. El sí es más fuerte que el no.

Quizá también hoy, al abrir las páginas del periódico, nos asalte la tentación de caer en el pesimismo. Nuestra humanidad parece terriblemente entregada al masoquismo, a hacerse el mayor mal posible. Sin embargo, tal visión global de la historia quizá esté equivocada. Nos invita a abandonar nuestras convicciones negativas la reflexión de D.C. Maguire en su Il cuore etico della tradizione ebraico-cristiana (1998). En el mundo todavía hay mucho amor, mucha belleza y mucha vida, desde la sonrisa de los niños a la retama que despunta entre la lava, desde las auroras y desde los atardeceres al tierno amor de dos novios o de una madre y un padre. Sopesando idealmente todo el «no», o sea, el horror y el mal de la historia, capaz de provocar tanto clamor, y el «sí», es decir, el amor y la belleza, no es verdad que prevalezca el primero. El segundo está más escondido y silencioso y por eso a menudo se piensa que está en minoría o se ha extinguido. Hasta el pesimista Sartre, filósofo tan proclive a considerar la nada y el mal como meta única de la humanidad, al final de la vida confesó que, teniendo en brazos al niño de unos amigos suyos, había llegado a la conclusión de que, si pusiera en el plato de una balanza todo lo que había escrito y en el otro la sonrisa de aquel niño, toda su obra resultaría una pluma frente a aquella hermosura y aquella alegría. (Ravasi)

domingo, 25 de septiembre de 2016

Tarea de las religiones


La tarea de las religiones es recordar a los seres humanos lo eterno en lo temporal. La mayoría de las personas está lejos de tener a Dios como su meta última. Demasiados buscan su felicidad en proyecciones sobre cosas temporales. Están poseídos por la idea de que la carrera, las posesiones, las vacaciones y la sexualidad son capaces de dar sentido a la vida. Las  religiones nos hacen saber que lo divino, lo eterno, forma parte de la persona, es el centro más íntimo de la existencia humana.

Las religiones han sido y seguirán siendo, las que nos recuerdan esto una y otra vez. Por muy imperfectos que sean sus representantes y seguidores, nuestras religiones siguen siendo el dedo que apunta a Dios.


viernes, 23 de septiembre de 2016

NUEVA WEB DE LA DELEGACIÓN DIOCESANA DE ENSEÑANZA DE SEVILLA

Os recordamos la nueva página web de la Delegación Diocesana de Enseñanza de la Archidiócesis de Sevilla.

http://relisevilla.es/

Esperamos vuestras aportaciones para hacer de ella un gran centro de intercambio de experiencias metodológicas y de crecimiento didáctico y pedagógico. Son muchos los materiales de elaboración propia que pueden ayudar a los compañeros y de los que podemos enriquecernos todos. 

El equipo técnico os anima a compartir.

Difunde y comparte la web del profesorado de religión católica de Sevilla. También en las redes sociales.


EL COMPROMISO


Me atrevo a compartir con vosotros un post del Blog de joseferjuan. 
El compromiso que se da en las aulas. Que a poco que pensemos, somos capaces de reconocer diversos niveles:
  1. El compromiso consigo mismo. O la terrible necesidad de ser sinceros de puertas para adentro, de saber mirar con cierto descaro la propia historia y dejarse sorprender, cuando no sobrecogerse. Educar este compromiso es poner el fundamento de todo lo demás; sin él, construimos sobre arena. Recuerdo a un alumno, llamado Raúl, que hace unos años se prometió a sí mismo ser quien era, ser su mejor versión; no sin dificultades, a lo largo del año vi cómo fue tomando las riendas de su vida y soltando ciertas amarras que le ataban.
  2. El compromiso con el más próximo. Que en el caso del aula son los compañeros cercanos, no sólo el grupo de amigos. Ese próximo puede ser un desconocido al inicio del curso y puede quedar así hasta el final, o se pueden dar relaciones de verdadero intercambio y responsabilidad mutua. Siempre he creído en estas pequeñas projimidades, como una oportunidad para la apertura, el acompañamiento, el crecimiento personal, la aceptación de sí mismo y del otro.  Ainhoa es mi ejemplo; alumna que hace unos años, en una clase reducida en la que trabajábamos todo entre todos, se echó a las espaldas a los que más necesidades tenían, y con carácter comenzó a tejer relaciones de ayuda entre todos. Me quedaba con ellos por las tardes a estudiar en el colegio, pero mi presencia era meramente testimonial.
  3. El compromiso con la clase. En aulas grandes, de muchos más alumnos de los que desearíamos los profesores del siglo XXI, el ambiente es clave. Parte lo generamos los profesores que entramos y salimos, y gran parte se debe a los alumnos. Precisamente estos días he tratado con los de 1ºBachillerato de este asunto, y son bien conscientes de lo que cambia estar en un sitio o en otro. La cuestión es que de cada uno debe nacer la necesidad de generar un clima propicio y distendido, en el que se esté bien. No es algo, de verdad, que esté en manos exclusivamente de los profesores; se da en la medida en que se participa. Y siempre recordaré una clase difícil, muy difícil, en la que entraba dos horas a la semana y los alumnos querían estar, partían de una excelente disponibilidad a lo que sucediera.
  4. El compromiso con su familia. No olvidarlo. Un alumno también tiene una responsabilidad con quienes hacen posible con su esfuerzo que vaya a clase, que estudie por las tardes, que tenga lo necesario. Parte de la labor educativa, en cuanto al compromiso, debería ser clara al respecto. Más aún cuando en casa hay dificultades, o se conocen las dificultades de familias de compañeros. Saber agradecer, despertar la culpa si corresponde y la felicitación por lo alcanzado. Aquí, un contra-ejemplo, de alumnos cuyos padres están en paro y ellos piensan más en sus fines de semana que aportar alegría y satisfacción en casa. No puedo imaginar del todo el dolor de estos padres al ver cómo si hijo va tirando por la borda sus posibilidades de futuro, la oportunidad de no verse en el triste desenlace en el que ellos están.
  5. El compromiso con el barrio, primera sociedad. Sueño con una escuela abierta al barrio y envidio esos colegios de Finlandia que aparecen en tantos sitios, donde las familias colaboran permanentemente, donde se hacen reuniones de todo tipo y viene la gente de la zona, donde se crea un espacio de encuentro y progreso ciudadano. Sueño con ello, sabiendo que es posible. Parte del compromiso de nuestros alumnos debe ser con la zona, y para ello es necesario conocerla y cotejarla con otras. Están tan acostumbrados y hechos a vivir allí, con sus calles y sus zonas, que no saben mirar más allá, ni cómo mejorarlo. Y esto es imperdonable educativamente. Lo contrario de eso que sueño es un espacio en el que los alumnos son encerrados entre paredes nobles, más allá de las cuales no cabe mirar, aislados de la realidad y pendientes de sus libros.
Serían más, pero por aquí está bien empezar. Sinceramente pienso que hay formas y formas de acompañar este camino.
  1. El ejemplo del maestro y profesor. Lo pongo lo primero porque sin ello no vamos a ningún sitio. Si el profesor es el primero que da la espalda a la realidad, no conoce el barrio del colegio (viva o no allí), no hay mucho trecho que andar. Por aquí comienza casi todo. Por aquí y por la familia, por supuesto.
  2. Dedicar tiempo a hablar con los alumnos. Nos empeñamos en tiempos formales, desaprovechando otros muchos encuentros. Recuerdo primeras conversaciones, que luego dieron pie a otras muchas verdaderamente importantes. A Raúl lo encontré un día por el pasillo y nunca antes habíamos hablado cara a cara.
  3. Ser exigentes, sin demasiados paños calientes. Sin consolar antes de tiempo, dicho de otro modo, acogiendo la frustración sin medias tintas. Lo que vive en ese momento es crucial, es su tiempo de responsabilidad, de acogerse a sí mismo, de ser dueños de sí. Siempre y cuando no sea enfermizo. A partir de ahí, avanzar y crecer, sin paliar. Duele porque sabe, en el fondo lo sabe, que es mejor y vale más de lo que está haciendo. Le falta ponerle palabras, pero es el siguiente paso.
  4. Valorar los procesos. No todas las personas parten de la misma situación, por lo que tampoco pueden "medirse" igual los resultados. Algunas personas comienzan a crecer llegando a mínimos, cuando otras deberían estar pensando, sin conformarse, en sus máximos personales. Cada cual hace su camino, y un educador, mucho más si cabe un padre, debe ser capaz de tratar a cada cual como único.
  5. Abrir puertas, mostrar posibilidades. Decía ayer que el problema de los jóvenes muchas veces no está en relación al deber, en algunos aspectos, sino a los cómos. Se agobian y pierden cuando no saben cómo hacer algo. De ahí que sea necesario que alguien ofrezca posibilidades donde salga lo mejor de cada uno. Una experiencia, repetida una y otra vez en los distintos colegios en los que he vivido, ha sido la de ver a un alumno de los mayores, que en clase se hace el duro e incluso resulta disruptivo por sus salidas y malas formas, enternecerse con los más pequeños. Centros que tengan la oportunidad de conjugar Bachillerato e Infantil no pueden perder esta ocasión para abrir puertas a lo mejor de cada uno. Se constata una y otra vez, al menos en mi caso.
  6. Confiar, ver lo mejor. Cansado y harto estoy de los estereotipos que tildan a cada generación joven de no comprometida y despistada, carente de referentes y toda una larga cantinela de improperios. Que no es nueva, sólo hay que ver la historia. Se denigra a los jóvenes sistemáticamente sin confiar en ellos. Y no hay palabra mayor que ésta: Creo en ti. Sobran los consejos.
Pienso al escribir este post, que algunos de mis alumnos ya han ido a países de África, de América movidos por un compromiso por un mundo mejor. También, y muy particularmente, en todos aquellos que con lo más cercano crean vínculos y lazos, en voluntariados de barrio, en asociaciones de todo tipo, en lugares que, en definitiva, muestran lo mejor de cada uno de ellos. Y me sale una plácida sonrisa.

jueves, 22 de septiembre de 2016

El provecho



¿No habremos cometido un gravísimo error, convirtiendo al hombre únicamente en creador de provecho? ¿Es que el hombre contemporáneo no es ya aquel ser capaz de dejar sus negocios personales por una dulce sonrisa o una caricia amorosa?


"Es un poco paradójica, pero encierra una gran verdad, esta declaración hecha en una entrevista por el escritor Vaclav Havel (1936-2011), que fue uno de los protagonistas de la oposición al régimen comunista y, de 1989 a 2003, presidente de la República checa. La reducción del hombre a puro fenómeno económico ha estado no raras veces en la base de distintas ideologías, incluso antitéticas entre sí. Ocupa el trasfondo del pensamiento publicitario y el centro de algunos proyectos sociales. A la luz de esta concepción, toda la historia se lee como un juego de intereses, las opciones personales se guían por el provecho propio, los valores que cuentan solo son los del dinero. En una de las antiguas casas de Pompeya, sepultada por la lava, se leía esta inscripción: «La felicidad es ganar». En realidad, afortunadamente, las cosas no son solo esto. Acumular no es fuente de felicidad incontaminada. El hombre no se resigna a ser solo un número o un estómago. Como decía Havel, de repente estalla en él el amor y entonces riqueza, propiedad, éxito pierden gusto y fascinación y está dispuesto incluso a renunciar y a perder para gozar de aquella sonrisa y de aquella caricia. Entonces se intuye la verdad de la ley formulada por Cristo: hay que perder (hasta la vida) para encontrar. O descubre –siempre en la línea de las palabras de Jesús- que «hay más alegría en dar que en recibir». Solo así se consigue ser una verdadera persona, una criatura de Dios que opta por la belleza, la verdad, el amor". (Ravasi)

miércoles, 21 de septiembre de 2016

GRUPOS DE TRABAJO. CURSO 2016-2017

Se encuentra abierta la convocatoria para solitar la formación de grupos de trabajo. Dicho plazo finaliza el 15 de octubre de 2016. Transcurrido ese plazo, no se admitirá ningún grupo de trabajo.

El número de miembros del grupo de trabajo debe ser como mínimo de 3 y a lo sumo de 10.

Es muy conveniente que, para tener toda la información, leas detenidamente cada uno de los siguientes apartados desplegables que te facilitamos:

Pincha aquí.

Cualquier duda consulta con tú asesor de referencia. En Sevilla: Javier Sierra.

GRUPOS DE TRABAJO. CURSO 2016-2017.

Video con el resumen de las instrucciones para dar de alta un grupo de trabajo en cualquier CEP de Andalucía.
Cualquier duda consulta a tú asesor de referencia.



sábado, 10 de septiembre de 2016

PARÁBOLA DE LOS RETORNOS.



El padre de la parábola tenía dos hijos.
El hijo mayor era un pendón de procesión, el pequeño un pendón de taberna. Con los dineros del padre, el pequeño se marchó por ahí. Terminó comiendo algarrobas. Las algarrobas mal digeridas le endulzaron el corazón.

Volvió a casa con el endeble arrepentimiento de los débiles.
El padre le esperaba y le vio llegar desde lejos.
Para la fiesta del retorno mataron un novillo cebado. El hijo mayor murmuraba por lo bajo, pero se sentó a la mesa. El novillo cebado sabía a perdón.
A la mañana siguiente los dos mozos fueron a trabajar, sin hablarse demasiado. Por cada surco que abría el pequeño, el mayor hacía tres. Al caer el día, el mayor se dedicó todavía a limpiar las bestias del establo, mientras el pequeño no tenía ya fuerzas para nada.
Así fueron pasando los días. El mayor hacía lo de siempre. El pequeño estaba inquieto. Marchaba al atardecer y volvía tarde oliendo a vino.
Un día desapareció. Había vuelto a las andadas.

Al cabo de cierto tiempo, regresó vencido.
El padre le esperaba y le vio llegar desde lejos.
Para la fiesta del retorno mataron un cordero. El avinagrado rostro del mayor entristecía la mesa. Pero el cordero tenía mejor sabor que el novillo cebado, sabía más a perdón.
A la mañana siguiente los dos mozos salieron a trabajar sin hablarse nada. El pequeño notaba cómo el hermano mayor se le adelantaba siempre al abrir los surcos. Al caer el día, ya en casa, el mayor se dedicó todavía a aparejar los aperos, mientras el pequeño no podía con su alma.
Pasaron los días. El mayor hacía lo de siempre. El pequeño llegaba tarde oliendo a vino.
Un día desapareció. Había vuelto a las andadas.

Cierto tiempo después, regresó delgado, pálido.
El padre le esperaba y le vio llegar desde lejos.
Para la fiesta del retorno mataron un pollo. El mayor estaba muy cabreado, callaba y comía de cara al plato. Pero el pollo tenía mejor sabor que el novillo cebado y el cordero, sabía más a perdón.
A la mañana siguiente los dos mozos fueron al campo, alejados el uno del otro. El pequeño trabajaba por rutina. Al mediodía ya no pudo más. El mayor lo encontró derrengado en casa.
Pasaron los días. El mayor hacía lo de siempre. El pequeño tenía la mirada perdida.
Un día desapareció. Otra vez a las andadas.

Cuando regresó, destrozada su cara por la tristeza, ya ni hombre parecía.
El padre le esperaba y le vio llegar desde lejos.
Para la fiesta del retorno en la mesa sólo hubo un plato. El mayor estaba más cabreado que nunca. El padre callaba, pero callaba de otra manera. El hijo supo que cada día, cada día en la mesa había habido un lugar y un plato para él. Esperándole. Y aquel plato sin cocido tenía un sabor mucho mejor que el del novillo cebado, el cordero o el pollo. Mucho mejor que todas las comidas. Era el gusto de un perdón infinito.
Pasaron los días. El hijo mayor cada vez más perfecto, con la perfección del hielo. El padre continuaba infinitamente tierno.
El hijo pequeño marchaba y volvía, marchaba y volvía.

Marchó y volvió setenta veces siete.
El padre le esperaba y le veía llegar desde lejos. El hijo encontraba siempre el plato en la mesa.
Aunque el mayor fuera incapaz de entenderlo, el padre sí lo sabía. Sabía que el hijo pequeño algún día totalmente vencido, sin fuerzas, desnudo como los que vienen del infierno, se sentaría en la mesa para no marchar ya nunca más.
Benditos esos setenta veces siete retornos.
Tras ellos el hijo pequeño supo qué clase de padre tenía. Como lo sabemos todos los que hemos tenido que confesarnos. Setenta veces siete.
Y cada vez en la mesa celebramos la fiesta del retorno con el Pan y el Vino de la Eucaristía.
                                                                                                             Josep M. Ballarín

viernes, 9 de septiembre de 2016

IV Ciclo CINE FORO CLARET. CURSO 2016-2017

Este Curso el Tema será LA VIDA UN DON DE DIOS.

Como los cursos anteriores, tendrá lugar en el Sala de Conferencias del mismo Colegio (entrada por c/ S. Antonio Mª Claret).
El sábado 15 de Octubre a las 19 h se proyectará la película LITTLE BOY. Película que aborda el tema de la misericorsia.
Con posterioridad a la proyección tendrá lugar el foro de debate con la presencia de D. Juan Jesús de Cózar (European Dreams Factory), Dª. Cristina Abad (Periodista, Máster en Guión y Critico de Filasiete) y D. Jesús Ruiz García (Profesor de Dibujo y Comunicación Audivisual).

Little boy es una película familiar que cuenta cómo Pepper Busbee, de ocho años, tiene la fe necesaria para traer a su padre de vuelta a casa de la guerra contra Japón durante la segunda guerra mundial. En su camino para fortalecer su esperanza, se hace amigo contra su voluntad del señor Hashimoto, "japonés" el cual, es repudiado por todas las personas de su pueblo, incluyendo su hermano mayor e inicialmente su Madre. La Misericordia, la Fe, Esperanza y la Vida van de la mano en esta película entrañable y conmovedora.
  
El donativo será de 2€ e irá destinado a CLARÁ, Centro de Atención a la Familia.

martes, 6 de septiembre de 2016

Leer y reflexionar

Leer y reflexionar


El filósofo Thomas Hobbes (1588-1679) leyó mucho, teniendo en cuenta los largos años de su vida, pero su reflexión era mucho mayor que sus lecturas. Solía decir que, si hubiese leído tanto como los otros hombres, no habría sabido nada más que ellos.

Encuentro este curioso comentario en una de las Vidas breves de John Aubrey. El protagonista, en este caso, es el filósofo Hobbes, que murió nonagenario en un tiempo en que la media de vida rondaba los 50 años. Siendo un pensador, obviamente se dedicó a la reflexión, pero su ocurrencia sobre la lectura es francamente sabrosa. Esto no hay que decirlo demasiado en Italia, país de no lectores, hasta tal punto que ya Leopardi señalaba en su Zibaldone que entre nosotros se lee menos de lo que se escribe, entre otras cosas porque los mismos escritores no leen los libros de otros. Pero es indudable que, por un lado, como ya afirmaba el Qohélet bíblico, «se multiplican los libros sin fin», y por otro, efectivamente, se puede perder el tiempo leyendo desechos literarios, filosóficos, históricos y -¿por qué no?- religiosos. Siempre me ha encantado el dicho de otro filósofo inglés, Francis Bacon, contemporáneo de Hobbes, que en sus Ensayos advertía que «algunos libros se catan, otros se tragan, pocos se mastican y se digieren». Sí, porque una cosa es la erudición, que siempre puede ser ganada por una computadora, y otra muy distinta es la sabiduría, que nace precisamente de asimilación, elaboración y reflexión. Por tanto, dediquémonos a leer libros y no solo periódicos, pero reservemos también tiempo a la meditación personal, a la creatividad, a la ponderación, al recogimiento, a pensar. «Ciencia sin conciencia –escribía Rabelais en su Gargantúa y Pantagruel – es la ruina del alma». (Cardenal Ravasi)