"No se hace feliz a nadie haciéndole correr sin que antes haya aprendido a caminar". JOHN FOWLES
Muchos recordarán el exquisito filme de Karel Reisz titulado La mujer del teniente francés (1981) con una irrepetible Meryl Streep en el papel de la desvalida Sarah, orillada en la Inglaterra victoriana por su fugaz relación amorosa con un misterioso teniente francés. El filme (que mezcla otra historia paralela) está basado en la novela del mismo título del escritor inglés contemporáneo John Fowles. De esta obra saco la frase que propongo hoy como punto de reflexión. La idea es clara: muchos ignoran que una ley fundamental de la vida es la gradualidad.
Es verdad que existen genios que no necesitan recorrer antes las etapas intermedias para llegar a la meta. Pero nosotros, las personas normales, hemos de avanzar humildemente paso a paso, con fatiga y constancia. Y hemos de adoptar ese método también a la hora de juzgar a los otros. Ni los padres ni el educador pueden pretender que el hijo o el alumno corra antes de aprender a caminar, igual que el muchacho no debe inquietarse ansiando ser ya maduro o rebelándose ante cada ejercicio de aprendizaje o de formación. Lamentablemente, la enfermedad de nuestros días está precisamente en la prisa, incluso en el frenesí, rompiendo todo freno, ignorando cualquier espera, bajo el imperio del slogan «Todo y al instante». Aunque no respetara al comienzo esta norma, Ernest Hemingway advertía acertadamente contra la «perversión de la vida que es la necesidad de realizar algo en menos tiempo del que realmente es preciso».
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