viernes, 3 de junio de 2016

Mirar hacia otro lado

COMENZAMOS UNA NUEVA DINAMIZACIÓN DE CONTENIDOS. IREMOS PUBLICANDO DIFERENTES REFLEXIONES FACILITADAS POR NUESTRO COMPAÑERO TONI SALAS PERTENECIENTES AL CARDENAL RAVASI. ALGUNAS DE ELLAS PUBLICADAS HACE YA VARIOS AÑOS.


                                                        ¡PAZ y BIEN!

"Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a buscar a los judíos, no protesté, porque yo no era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar".

Duras en su verdad son estas palabras de Martin Niemöller, que en mayo de 1934 estuvo, junto con Dietrich Bonhöffer y Karl Barth, entre los fundadores de la Iglesia Confesante –Bekennende Kirche–, grupo de dos mil pastores evangélicos alemanes que públicamente declararon su aversión al nazismo, sus teorías y opciones políticas y se alinearon en favor y en defensa de los judíos perseguidos. La suya es una lección siempre válida y asesta un duro golpe al pecado, a menudo agazapado, del «pilatismo», de la omisión, del mirar hacia otro lado para defender la propia vida tranquila o los intereses personales. Tenía razón, pese a lo paradójico de la frase, Pasolini cuando en Umiliato e offeso declaraba:
«Lo sabía, pecar no significa hacer el mal; no hacer el bien, es lo que pecar
significa». Cuántas veces optamos por callar, por ignorar, por desentendernos, por cuidar nuestras actuaciones, mientras a nuestro lado se perpetran injusticias, se consuman vergüenzas y se proclaman falsedades. Es verdad, las ventajas de este desinterés –como el de todas las excusas esgrimidas- son múltiples, sobre todo para quien tiene claro el objetivo de su carrera, del éxito, de la respetabilidad. Cristo se situó en las antípodas de esa opción y con coherencia y coraje se encaminó hasta el desenlace final, sin ignorar, callar, encerrarse en sí mismo. A diferencia de aquel sacerdote de la parábola que ante aquel desgraciado «se desvió y pasó de largo» (Lc 10, 31).

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