Es ésta una incursión en el mundo del humorismo judío. Muchos quizá sepan que se trata de una de las desternillantes historietas que a menudo cuenta Moni Ovadia, un extraordinario actor capaz de entrelazar diversos géneros didácticos teniendo en cuenta sus orígenes culturales y religiosos. Tal vez el apólogo nos permita, un poco libremente, una reflexión seria, porque ya Aldo Palazzeschi advertía que «la ironía es el vértice de la política del espíritu». Pues bien, en las historietas de Ovadia hay un elemento característico del comportamiento humano, la opción por lo mínimo. Sobre todo, en el ámbito moral, lo más frecuente es la rebaja. Por algo prolifera, incluso a nivel teológico, la casuística, que en realidad tenía como objetivo atemperar el rigor de la norma con los atenuantes sacados del contexto, la situación, las excusas. Pero progresivamente esta práctica oscureció los principios, avanzando cada vez más hacia la componenda, la excepción, el mínimo común denominador ético. No se puede construir una moral verdadera solo sobre lo mínimo. Es más, hay que proceder desde el
ideal «Sed perfectos como perfecto es vuestro Padre del cielo» (Mt 5,8) y desde las alturas descender recurriendo –cuando es necesario- a la misericordia y a la comprensión. BL 04.12
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