jueves, 14 de julio de 2016

LIBERTAD


Una sociedad que pretenda asegurar la libertad a los hombres debe empezar por garantizar su existencia.

El 14 de julio en Francia es la fiesta nacional, y hasta en los Medios aprendemos a declinar aquella trilogía emblemática: “Liberté, égalité, fraternité”. Con Léon Blum (1872-1950), conocido político socialista francés, intentaré bosquejar un perfil especial de la primera palabra, un término con el que hoy a muchos se les llena la boca a tiempo, a destiempo e hipócritamente: libertad. El primer peldaño necesario de la libertad es la liberación de las necesidades, del hambre, de la miseria. 
La libertad en sentido abstracto queda bien en los tratados de política, de sociología y de moral, pero es en la concreción de la existencia de cada uno donde debe encarnarse. El cometido fundamental de la verdadera democracia libre es asegurar una vida digna a todos sus ciudadanos. Sin embargo, no basta con dar de comer o asegurar un nivel de vida suficiente. Este compromiso es solo la base sobre la que se debe edificar el resto, porque la criatura humana no es solo estómago y supervivencia.
Por tanto, pues, la necesidad de la igualdad y de la fraternidad, es decir, de relaciones verdaderamente humanas. Por tanto, la exigencia de la libre expresión del pensamiento, del culto, de las opciones políticas. 
Por tanto, el crecimiento de la cultura y de la formación personal, pero también del respeto al otro y del cumplimiento de las leyes. Ciertamente todo esto no florece sin la base primera que asegura la existencia. 
Pero la libertad es el árbol entero en toda su plenitud y vitalidad, es “aquel bien que hace gozar de los otros bienes”, como decía el gran Montesquieu.   (Ravasi)

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