Reprochamos a menudo a la gente que hable de sí misma, pero es el tema del que mejor hablan.
Debo a un lector de Brindis este aforismo, pero él no sabe quién es su autor. Puedo decirle que se trata del escritor francés Anatole France (1844-1924) en su ensayo La Vie littéraire (1933). Él aplicaba esta frase sobre todo a los literatos, pero, en realidad, estamos ante un vicio ampliamente practicado por todo tipo de personas. Cuántas veces nos hemos aburrido como una ostra oyendo las interminables historias que otro hace de sus aventuras. Pero cuántas veces no habremos fastidiado nosotros mismos con nuestras historias, nuestras opiniones, nuestras elucubraciones. Solo que nosotros no nos acordamos del aburrimiento de los otros, lanzados como estábamos disfrutando con nuestros pavoneos o, por lo menos, con nuestra exhibición de hombre o mujer ricos en experiencias. Vale la pena meditar otra sentencia de otro autor francés con frecuencia citado aquí, el pensador moralista François de la Rochefoucauld (1613-1680), que en sus Máximas señalaba: «El gran placer que experimentamos hablando de nosotros mismos debe hacernos temer que no lo siente quien nos escucha». La sobriedad y el autodominio al hablar nos ahorrarían no solo verdaderas y reales dificultades, sino también, más sencillamente, evitaríamos dar apariencia de mezquindad. Realmente, hablar de nosotros y de nuestras obras y pensamientos es lo más fácil, es el tema que mejor conocemos. Pero no somos el centro del mundo, ni siquiera una realidad tan importante que lo haga enmudecer para escucharnos. (Ravasi)
«A menudo nos jactamos de no aburrirnos, y somos tan presuntuosos que no aceptamos la idea de que podemos aburrir a otros»
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