martes, 30 de agosto de 2016

Una de algo muy español y relacionado con lo que ocurre en nuestra Madre Patria.

La envidia

Indudablemente la envidia es una enfermedad, como los celos. Probablemente la única medicina sea una dosis sustanciosa de humanismo y autocrítica. ¿Dónde está la farmacia que la venda? ¿Y cuándo fue la última vez que encontré a alguien capaz de tomarse el pelo?

Benjamins bok (1997) / El libro de Benjamin, del escritor finlandés en lengua sueca Bo Carpelan (1926-2011), es una especie de diario del protagonista que con lucidez y finura medita sobre la cotidianidad, la vejez, los hijos, los recuerdos, la política, el tiempo... He escogido esta breve nota sobre la envidia, una enfermedad del alma que se desposa con el orgullo y tiene por hermanos los celos y por hija la infelicidad. Las dos preguntas formuladas por el escritor centran el blanco. Es difícil encontrar un antídoto que vacune de esta enfermedad porque nadie produce por sí mismo autocrítica o auto-ironía. Encontrar una persona que sepa criticarse y no tomarse en serio a sí misma es muy difícil, por no decir imposible.  Y así, la envidia cunde en rencor, hastío, animadversión, perfidia. Todos somos víctimas y verdugos de la envidia y por esto nunca vigilaremos suficientemente sobre nuestra conciencia. Moravia, en una de sus historias, usaba una hermosa imagen: «La envidia es como una pelota de goma que cuanto más la aplastas luego salta más arriba». Por esto hemos de ser realistas y no engañarnos creyendo que estamos inmunes a este vicio. Intentemos por lo menos tratarlo con un poco más de respeto y de objetividad. Como decía Carpelan: «no pongáis el ideal muy alto, sino solamente algunos centímetros por encima del pesimismo». Solo así se empieza a lograr alguna pequeña victoria. (Ravasi)

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